Hay novelas que tienen casi tantas interpretaciones como lectores, esas son las buenas. Al menos son aquellas que no son demasiado explícitas, dejan que el lector colabore, interpreten analice en función de su carácter y del enfoque que quiera dar. Como siempre, sin embargo, muchos tratarán de imponer su versión como la "correcta" o la más apropiada. ¡Huyamos de tales totalitarios! Ahora recuerdo que en mi adolescencia, por imperativo escolar, leí Juan Salvador Gaviota, de Richard Bach. Siendo el centro escolar en el que me "formé" rabiosamente confesional, dieron una única posible interpretación sesgada: la búsqueda de Dios. Es posible tal interpretación, pero no la más apropiada y, desde luego, no la única posible.
Con El señor de las moscas ocurre lo mismo: se puede dar una interpretación en la que la experiencia de esos chicos abandonados en una isla desierta es una reflexión sobre la totalidad de la especie humana; pero también como una aguda crítica social de la clasista y belicista educación que recibían los chicos a mitad del siglo XX. Yo prefiero hacer una mezcla de las dos. Es probable que haya un rasgo de coyunturalidad bien marcado (aunque en ningún momento se habla de años ni de localización geográfica exacta), pero yo prefiero ver la alegoría de esa sociedad humana (en sentido atemporal) que tantísimo tiene que ver con las sociedades de animales primitivos como los insectos. La necesidad aparente de liderazgo, sin la cual parece que todo hombre está perdido; el sectarismo que nos obliga a distinguir entre buenos y malos, los míos y los otros; y la violencia como única forma de "solucionar" son, en mi opinión, las ideas centrales de este excelente relato.
Otro tema menor pero siempre de actualidad es el recurso del miedo en la sociedad para que los subordinados acepten todo lo que salga del líder. En El señor de las moscas es el miedo a "la bestia" lo que justifica cualquier barbaridad, hasta el asesinato. En nuestras sociedades adultas es el miedo a lo desconocido, al otro, al inmigrante... lo que han justificado y justificarán guerras, regímenes totalitarios y recorte de libertades. Parece que los atemorizados ciudadanos acabasen diciendo: "toma, toma todo el poder pero asegúrame la existencia"; y eso, precisamente el poder es lo que busca el líder.
Las alegorías con niños son muy resultonas pues es fácil identificarse con ellos, observar como son como nosotros y su comportamiento belicoso y salvaje es, en realidad, el que estamos hartos de ver, en el caso de que tengamos suerte, como poco en los diarios.
Con El señor de las moscas ocurre lo mismo: se puede dar una interpretación en la que la experiencia de esos chicos abandonados en una isla desierta es una reflexión sobre la totalidad de la especie humana; pero también como una aguda crítica social de la clasista y belicista educación que recibían los chicos a mitad del siglo XX. Yo prefiero hacer una mezcla de las dos. Es probable que haya un rasgo de coyunturalidad bien marcado (aunque en ningún momento se habla de años ni de localización geográfica exacta), pero yo prefiero ver la alegoría de esa sociedad humana (en sentido atemporal) que tantísimo tiene que ver con las sociedades de animales primitivos como los insectos. La necesidad aparente de liderazgo, sin la cual parece que todo hombre está perdido; el sectarismo que nos obliga a distinguir entre buenos y malos, los míos y los otros; y la violencia como única forma de "solucionar" son, en mi opinión, las ideas centrales de este excelente relato.
Otro tema menor pero siempre de actualidad es el recurso del miedo en la sociedad para que los subordinados acepten todo lo que salga del líder. En El señor de las moscas es el miedo a "la bestia" lo que justifica cualquier barbaridad, hasta el asesinato. En nuestras sociedades adultas es el miedo a lo desconocido, al otro, al inmigrante... lo que han justificado y justificarán guerras, regímenes totalitarios y recorte de libertades. Parece que los atemorizados ciudadanos acabasen diciendo: "toma, toma todo el poder pero asegúrame la existencia"; y eso, precisamente el poder es lo que busca el líder.
Las alegorías con niños son muy resultonas pues es fácil identificarse con ellos, observar como son como nosotros y su comportamiento belicoso y salvaje es, en realidad, el que estamos hartos de ver, en el caso de que tengamos suerte, como poco en los diarios.
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