Una película protagonizada por Peter Lorre y Sydney Greenstreet no puede ser mala. Eso es parte de un credo cinematográfico que repetiré hasta perder el aliento bajo las más terribles torturas. Me pierde la pasión, lo sé, pero es que esos dos gigantes (de la actuación, porque con metro sesenta el austrohúngaro y metro setenta el inglés...) en la pantalla, un servidor pierde el sentido. Lo admito, ya digo, Lorre y Greenstreet son esos actores a la vieja usanza capaz de llenar la pantalla, de adaptarse a los roles más diversos que les toque interpretar, de dar verosimilitud a los papeles más inverosímiles... Sus físicos, sus voces (imprescindible, pues, verlos en versión original), sus giros posturales... todo encaja en la noción que tengo de grandes actores capaces de hacer de un argumento mediocre una gran película. Por si algún despistado no recuerda quiénes eran Peter Lorre y Sydney Greenstreet, aquí están (a la izquierda de la imagen Greenstreet y a la derecha, Lorre, claro):
Imagen tomada del sitio www.cineaste.com
Porque, efectivamente, el argumento de La máscara de Dimitrios es bastante regular, no tiene el desarrollo de los de Casablanca o El halcón maltés, por ejemplo. Pero a mí me da igual, estos dos actores son por sí solos artífices de lo que dio en llamarse el "séptimo arte", y desde luego era más por dones o inteligencia natural, además de experiencia, que por escuela de arte dramático ni nada por el estilo.
Bien, la película se rodó en tiempos belicosos, 1944, en los estudios de la Warner en California. Ambientada en Europa (Estambul, Atenas, Sofía, Ginebra y París), sigue la vida de un estafador y traficante de armas, Dimitrios Makropoulos, interpretado por Zachary Scott, (y basado en el traficante de armas real, Basil Zaharoff, un personaje tremendo, uno de los hombres más ricos de su época, que fue apodado "el mercader de la muerte" y en el que Orson Welles se inspiró para su Mr. Arkadin). Bueno, pues este Dimitrios es perseguido por un escritor holandés, Cornelius Leyden (Lorre), con finalidad de inspirarse en su vida para escribir una novela detectivesca, y por Mr. Peters (Greenstreet), con un fin más prosaico: extorsionarle y conseguir un millón de francos franceses.
Imagen tomada del sitio www.imdb.com
El guión, por cierto, está sacado de la novela homónima de Eric Ambler (novela que he localizado en la biblioteca y que, D.m., leeré en un futuro), escritor de gran éxito en los años treinta y cuarenta del pasado siglo, especializado en novelas policíacas y de espionaje. Bueno, pues todas las andanzas que esos personajes corren en esas capitales europeas, en las que están siempre a punto de capturar a Dimitrios, pero se escapa por los pelos, hasta la última vez, claro. En fin, es un argumento no muy desarrollado (por eso tengo ganas de leer la novela, para ver si ahí está mejor), pero la película está muy bien ambientada. Vista hoy, genera esa sensación de bienestar de película con una atmósfera muy cuidada, una joya de la época dorada de Hollywood. Se rodó en los mismos estudios que Casablanca, y ambas son muy verosímiles, nadie diría que esta última no fue rodada en la ciudad marroquí.
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