jueves, 13 de junio de 2024

"Al otro lado de la niebla", de Juan Luis Arsuaga.

  Primera novela (y tal vez, la última) del famoso paleontólogo Juan Luis Arsuaga, archiconocido por su trabajo en Atapuerca. Es su única novela aunque tiene multitud de publicaciones, tanto de ensayo científico como de divulgación. Al otro lado de la niebla versa sobre su tema, obviamente, es decir, la Prehistoria, con personajes que tratan de sobrevivir a duras penas en condiciones extremas con imponentes bestias (osos, leones, hienas, lobos...) que depredan sobre ellos; con un clima aún más brutal; y con unas relaciones humanas en las que no falta ni el canibalismo. En ese contexto dulce y edulcorado pergeña el paleoantropólogo una novela sencilla, eficaz, un tanto ingenua (diría incluso que es más narrativa juvenil que para adultos) pero sin errores aparentes.
 La novela está dividida en tres partes. En la primera se presenta a un hombre del Paleolítico que será el maestro del personaje principal. Éste acabará tomando el oficio de aquél, tatuador y dibujante en las cuevas que habitan. En este sentido es de agradecer que Arsuaga, como no podía ser menos de un reconocido paleontólogo, es muy respetuoso con los hallazgos tanto de arte parietal (describe pinturas y grabados muy estudiados del arte franco-cantábrico) como de arte mueble (en particular incluye en su texto el famoso hombre-león, estatuilla elaborada en marfil de mamut hace unos treinta y dos mil años en lo que hoy es el sudoeste de Alemania); además se incluyen comportamientos humanos que se sabe mantuvieron aquellos hombres primitivos. En la segunda parte, ya se ocupa de la azarosa existencia de ese personaje principal, Piojo, un expulsado de su tribu, lo que le incita a vagar por grandes áreas deshabitadas hasta encontrar otra tribu que lo quiera acoger. En la última parte, el desdichado Piojo es capturado por un clan de caníbales, de los cuales escapa milagrosamente con todos los miembros intactos. Por cierto, aquí también describe una "maldición" de los antropófagos (de canibalismo ritual, claro, el más frecuente en la humanidad, cuando se devoran órganos concretos de enemigos o amigos para obtener su fuerza, valor, virilidad...), esa maldición los lleva a enfermar, debilitarse, perder el equilibrio y temblar hasta morir. Evidentemente está describiendo la Enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, una encefalopatía descrita en cierta tribu aislada de Papúa-Nueva Guinea que tenían el canibalismo ritual entre sus más arraigadas tradiciones. Todas estas referencias son tratadas sin pedantería ni jactancia, sino como hechos habituales de aquellos hombres, lo que da un cierto empaque y verosimilitud a la novela.
 Algo curioso es la cantidad de localismos castellanos (principalmente burgaleses, palentinos y cántabros) que el autor vierte en el libro: expresiones como rabona por liebre, ligaterna por lagartija o friura por tiempo frío son términos no muy conocidos fuera de esta zona de la Meseta. Y es que, sin decirlo explícitamente, Arsuaga sitúa la acción en la Submeseta Norte de la Península Ibérica, zona que conoce como la palma de la mano por sus trabajos en Burgos. No se da ningún topónimo, claro, sino referencias orográficas como la propia Meseta o la Cordillera Blanca (sin duda, la Cordillera Cantábrica). El título, en fin, es una referencia a la muerte, al Más Allá, pues aquellos primitivos consideraban que los muertos pasaban al otro lado de la niebla (siendo ese elemento meteorológico tan frecuente en esta zona).
 En fin, la novela está bien pergeñada, es agradable de leer y no contiene fallos evidentes. Pero no creo que hubiera sido publicada si no hubiera sido su autor un famoso paleontólogo presente en todos los medios de comunicación, todo hay que decirlo.

miércoles, 12 de junio de 2024

Lección de vida.

  Hoy, en una de mis frecuentes caminatas por el parque de Las Contiendas me he encontrado con un hecho cotidiano de la vida natural pero que me ha hecho reflexionar profundamente. Ya iba yo rumiando las miserias humanas: la falta de interés por el prójimo, las familias que no son más que un grupo de gente que coincide en apellidos pues en nada se ayudan, la indiferencia general ante la necesidad ajena... Lo habitual de esta sociedad mía y esta familia mía. En fin, pensando estas penurias iba cuando he sentido un estrépito descomunal: el de muchas urracas (nombre científico, Pica pica), tan abundantes e inconfundibles en nuestras ciudades. Por el ruido no podían ser menos de diez ejemplares, era verdaderamente ensordecedor. Mi alma curiosa de naturalista me ha llevado a acercarme a la escandalera. Iba pensando, según me acercaba, que las urracas estarían acechando a algún pobre animal, probablemente a un pichón de torcaz (Columba palumbus) que estuviera desvalido, o puede que incluso un gazapo (Oryctolagus cuniculus) perdido. Ya se sabe lo agresivas que son las urracas y su capacidad depredadora; de hecho, más de una vez he visto urracas acosando algún pichón de paloma doméstica (Columba livia) (viviendo en Lugo, hace más de veinticinco años fui testigo de una escena de depredación de varias urracas sobre un pichón, inicialmente protegido por sus padres, pero al que tuvieron que abandonar finalmente a una muerte lenta). Bien, iba pensando en las urracas como depredadores según me acercaba a los árboles (pino carrasco, Pinus halepensis) en las que estaba el estruendo. Miraba ya hacia los pinos y no veía más que sombras de urracas saltando de rama en rama; sí, no me había confundido, había más de diez ejemplares, todos con gran excitación, provocando un estruendo de mil demonios. En un momento dado, sin embargo, todo cambió, todo se hizo evidente, lo que estaba pasando se aclaró súbitamente: un ave de mayor tamaño que una urraca, de tonos marrones salió del árbol volando a gran velocidad, llevaba un pájaro blanco y negro en sus garras, una urraca. Esa pobre urraca, un adulto ya, iba quieta, quizá ya muerta, quizá mortalmente herida o quizá aterrorizada ante su inminente muerte. Tras la rapaz con su presa salieron volando las diez o doce urracas que llevaba oyendo varios minutos, persiguiendo a la rapaz, siguiendo con su estruendo. No pude identificar plenamente a la rapaz, diría que era un ratonero (Buteo buteo), era demasiado pequeño para ser un águila real (Aquila chrysaetos) o imperial (Aquila adalberti) y muy rechoncho para ser un milano negro (Milvus migrans) o real (Milvus milvus); además, el ratonero es muy frecuente en esta parte de la Meseta. Lo cierto es que fue una sorpresa para mí: de pensar en la capacidad predadora de las urracas a verlas convertidas en presa, y entender el escándalo de graznidos de las otras urracas. No era más que la defensa del congénere a punto de morir. Me pareció, aunque fueran todos aves, algo muy humano. Imaginé las batidas de tigres que se producen con frecuencia en las zonas rurales más remotas de India cuando desaparece algún niño capturado por uno de esos felinos. Ese comportamiento de grupo, que protege al igual frente a la agresión, ¿no parece entendible y natural? Pero me contesté que ése es el mundo natural, cazar y ser cazado, comer y ser comido. En nuestra sociedad se nos olvida esto con frecuencia.
 Luego, continuando con mi paseo, me tropecé con un gazapo muerto (Oryctolagus cuniculus), ya devorado, cubierto de moscas de la carne (Cochliomyia macellaria). Esto es algo habitual de encontrar en este parque a las afueras de la ciudad. Era un conejo todavía pequeño, no había llegado a la madurez, aunque ya no era un gazapillo lactante; digamos que, si fuera humano, sería un chico de unos catorce o quince años. Pronto había acabado su experiencia vital. Esto pensaba mientras miraba su breve cuerpo, completamente eviscerado, sus cuencas orbitarias ya vacías...
 Seguí adelante un poco apesadumbrado pero, a la vez, estimulado intelectualmente, cuando me encontré una enorme concentración de hormigas (familia Formicidae). De nuevo la curiosidad del naturalista aficionado me hizo acercarme a ver el amontonamiento de insectos, para descubrir que estaban devorando una especie de langosta (familia Acrididae) de un espectacular color verde brillante. Pero lo que más me impactó fue ver que el desgraciado ortóptero todavía se movía entre las decenas hormigas que hacían presa en él, lo estaban devorando vivo...
 En fin, para una caminata de un par de horas no está mal. He escrito varias veces lo de mi "curiosidad de naturalista" porque estoy seguro de que la mayoría de los paseantes no tienen ni la curiosidad ni la sensibilidad para descubrir estos hechos terribles pero cotidianos del mundo natural. La reflexión posterior, claro, venía en el sentido de "esto es la vida y no lo que creemos que es en nuestra sociedad aburguesada". Por eso pensamos que "tenemos derecho" a ciertas circunstancias: llegar a viejo, tener salud, tener un techo bajo el que cobijarse, comida diaria, compañía... y no pensamos en la muerte, en la enfermedad (no me refiero a un constipado, claro) en cualquier edad. Así, todas mis cuitas  sobre familia desentendida y egocéntrica, de indiferencia ante las necesidades de los otros... quedan en naderías ante la evidencia del mundo natural, y sólo puedo exclamar: ¡Qué suerte tengo de estar vivo a mis cincuenta y tres años! Hasta la fecha, nadie ha venido a cazarme, a devorarme, a sacarme de mi casa... Sé que, en buena medida, nada de esto ha sucedido porque severas leyes impondrían graves penas de cárcel a quienes lo intentaran, porque, desde luego, no son impedimentos morales los que lo evitarían. En fin, queramos o no, vivimos en un mundo natural, aunque muy modificado, y la muerte, la enfermedad, la barbarie también anidan en el corazón humano (sí, también en los de mis familiares), con lo que aun a riesgo de repetirme, voy a exclamar de nuevo: ¡Qué suerte estar vivo!

sábado, 8 de junio de 2024

Inciso musical: concierto de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Obras de Guinovart y Shostakóvich.

  Decimoctavo concierto de abono de la temporada 23-24 de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, dirigida por su batuta habitual, Thierry Fischer. El concierto de hoy se dedica casi en exclusiva a la monumental e intensa Sinfonía nº7, "Leningrado" de Dmitri Shostakóvich, aunque también se interprete una obra de encargo de la OSCyL con estreno absoluto del compositor contemporáneo catalán Albert Guinovart, presente en la sala, por cierto.
 Albert Guinovart, actualmente en la sesentena, es un reconocido pianista y, sobre todo, compositor de bandas sonoras, óperas y música folclórica catalana (sardanas). Para el concierto de ayer, como antes decía, se interpretó una obra por encargo para la propia OSCyL, titulada Concierto para flauta nº2, diría que una obra muy "clásica" en sus hechuras y muy "romántica" en su planteamiento. Me explico: es muy clásica por estructuración como concierto con tres movimientos y también por la claridad de sus melodías dominantes; es muy romántica por la elección de la flauta y su excepcional capacidad de expresión como instrumento solista, por los contrastes rítmicos y por el uso de modernos instrumentos como el "eolífono" que simula el viento. Porque precisamente de viento va la obra de Guinovart. Sus movimientos son Y del viento llegó la luz (Allegro), El corazón de Eolo (Adagio) y La danza del aire (Allegro molto), que no dejan duda de la importancia de dicho agente meteorológico, simulado con las flautas (tanto la solista, interpretada por Emmanuel Pahud -quien, por cierto, será artista residente la próxima temporada- como las ayudantes) y por esa máquina tan peculiar incluida dentro de la percusión y que llaman "eolífono" (instrumento sencillo en verdad, que consta de una tela que rodea un cilindro de madera que, al girar, simula el sonido del viento). La obra es alegre (predominan los movimientos inicial y final), con toques nostálgicos. El virtuosismo de Emmanuel Mahud aporta toda la capacidad de expresiva que tan notable es en la flauta travesera.
 Y, después del descanso, la Sinfonía nº 7 en Do mayor, opus 60. "Leningrado" de Dmitri Shostakóvich. Es ésta una obra intensa, apasionada, apabullante incluso. Con la orquesta sinfónica completa, con una representación notable de la percusión y del viento-metal, nadie queda indiferente. El primer movimiento (Allegretto) comienza suavemente, con flauta y violín; luego se va imponiendo la percusión y va entrando en un in crescendo emocionante el viento-metal. Según el propio compositor, el inicio sería el recuerdo de su ciudad natal (en su época, San Petersburgo), de ahí la suavidad primera, que contrastaría con la invasión de los ejércitos nazis, que preludian la destructora guerra. El segundo movimiento (Moderato (poco allegretto)) es una verdadera incógnita: es un scherzo que no tiene nada que ver con el primer movimiento, verdaderamente contrastante. El tercer movimiento (Adagio) es otro rondó, que también tiene un evidente aumento en la intensidad. El cuarto movimiento (Allegro non troppo) vuelve, como el primero, a las melodías grandiosas, con un carácter épico notable, con un tutti impresionante, muy del gusto de las autoridades soviéticas del momento, que refuerza la sensación de victoria épica sobre el invasor.
 Es una obra verdaderamente espectacular. No sé si por saber con anterioridad en qué condiciones la compuso Shostakóvich, tanto por la extrema situación bélica del momento como por la terrible injerencia de las autoridades soviéticas... lo cierto es que me parece muy coyuntural. Quiero decir: cuando escuché anoche en el auditorio esta pieza, y todas las veces previas, siempre me venía a la cabeza la brutalidad de la guerra y las políticas aplastantes de la creatividad y del ser humano en general (especialmente el nacionalsocialismo y el comunismo); en cambio, no siento ese apego a unos hechos y unos tiempos concretos cuando escucho, por ejemplo, cualquier obra de Mozart, que siento más atemporales y universales. Luego, además, hay que sumar toda la leyenda que acompaña a esta sinfonía de Shostakóvich, como la de los músicos hambrientos que la tocaban casi al borde de la inanición debido a la extrema situación bélica, o la de la representación de la misma en todas las ciudades soviéticas para enardecer el ánimo de los ciudadanos soviéticos y que lucharan hasta la última gota de su sangre en la que denominaron "Gran Guerra Patria"... En fin, espero no parecer frívolo, pero, desde 2024, pensar en esos términos me produce por igual un terrible cansancio y una gran pena por todos aquellos chicos de apenas veinte años que murieron en las trincheras, ya fuera con el uniforme soviético o con el nazi. Quiero pensar que la música culta está por encima de esas coyunturas espaciotemporales creadas por el mono con pantalones que vanidosamente llamamos Homo sapiens, quiero pensar que escuchar y disfrutar la música culta aleja de mí toda la barbarie bélica que los jerarcas soviéticos trataron de glorificar con la obra de Shostakóvich (quien, por cierto, dicho sea de paso, todos sabemos los encontronazos que tuvo con esos jerarcas).

viernes, 7 de junio de 2024

"Mucho ruido y pocas nueces", de William Shakespeare.

  Los filólogos y demás tontos solemnes entendidos categorizan Mucho ruido y pocas nueces ("Much Ado About Nothing") como una comedia romántica, aunque a veces parece más tragicomedia que comedia a secas. Hay elementos cómicos buenísimos, como los alguaciles Dogberry y Verges, que trabucan sus palabras, cambiando el sentido de sus oraciones con palabras antónimas; pero también tiene toques trágicos como la muerte de Hero, que finalmente es fingida, algo que ocurre frecuentemente en algunos personajes femeninos de Shakespeare, amén del supuesto ajusticiamiento de Borachio y Conrado, o la detención y el retorno a Sicilia del gran malvado de la obra, don Juan. Tal vez lo que ocurra no es tanto que haya cambiado el gusto del público del siglo XVII a la actualidad, sino que lo que conocemos como "comedia romántica" en nuestros días es un pestiño edulcorado infumable sin la profundidad psicológica y social de las obras de Shakespeare. Sea como fuere, esta comedia romántica está estructurada en cinco actos, escrita en prosa, y, se cree, que fue estrenada antes de 1600.
 Resumen del argumento de la obra: Acto I: en Mesina, Sicilia, el gobernador Leonato da una fiesta a la que están invitados don Pedro, príncipe de Aragón; don Juan, hermano bastardo del anterior; Claudio, joven noble florentino; Benedicto, noble paduano; Hero, hija de Leonato; Beatriz, sobrina de éste; Borachio y Conrado, ayudantes de don Juan, y otros más. Benedicto y Beatriz se lanzan pullas constantemente, de una manera que no deja duda de que están interesados el uno en el otro, aquello de "los amores reñidos son los más queridos". No son los únicos enamorados, Claudio y Hero también se rinden pleitesía amorosa, pero sin disimulo alguno. Por otro lado, don Juan, hermano bastardo de don Pedro, al cual se presupone resentido y envidioso de las prebendas reales de su hermanastro, decide intrigar contra la felicidad de éste y de su protegido, Claudio, enturbiando la relación de Claudio con Hero al calumniar la virtud de la hija del gobernador.
 Acto II: en un baile de máscaras (elemento también muy frecuente en Shakespeare), Beatriz y Benedicto siguen lanzándose burlas y desdenes, mientras don Pedro toma como asunto suyo la promesa entre Claudio y Hero. Don Juan encarga a Borachio que conspire contra la felicidad de la ya establecida pareja.
 Acto III: Hero insta a Beatriz a que se acerque a Benedicto y reconozca sus virtudes. Don Juan pretende perjudicar a Claudio (y así, indirectamente, a su hermanastro, don Pedro) haciéndole creer que Hero le es infiel. Se presenta en la tercera escena del acto a los actores cómicos principales, Dogberry y Verges, alguaciles torpes y tontos aunque bienintencionados, que tendrán un papel relevante en los últimos actos. Los conspiradores Borachio y Conrado (a las órdenes de don Juan) avisan a Claudio sobre las supuestas infidelidades de Hero.
 Acto IV: todo está ya preparado para la boda entre Claudio y Hero, cuando van a dar el consentimiento mutuo Claudio rechaza a Hero por desleal y anula el matrimonio. Hero, injuriada y sofocada, se desmaya y, aparentemente, muere. Beatriz, indignada ante la infamia que sufre su prima, demanda a Benedicto un escarnio para Claudio. Por otro lado, en la cárcel, los alguaciles sacan la confesión a Borachio y Conrado de haberse conjurado contra Claudio y Hero, calumniando a la hija del gobernador.
 Acto V: Estando en el palacio del gobernador éste con su hermano, llegan don Pedro y Claudio. Leonato acusa a Claudio de calumniar la virtud de su hija y provocar, indirectamente, su muerte. Don Pedro protege a su joven acompañante. Benedicto acude y reta a duelo a Claudio por las mismas razones. Estando todos juntos, entran los alguaciles con Borachio y Conrado, detenidos, quienes admiten haber conspirado contra aquel matrimonio, mintiendo sobre el honor de Hero. Claudio y don Pedro, avergonzados, piden perdón a Leonato por haber dudado de Hero y haber creído las patrañas que les presentaron otros. Se aprestan a recibir el castigo que Leonato considere oportuno. Éste "castiga" a  Claudio a casar con una sobrina suya (supongo que sería más fea que Picio). Benedicto y Beatriz, ya sin burlas, se declaran su amor mutuo y preparan la escena final. La escena final es otro baile de máscaras, en el que presentan a Claudio a la joven con la que habría de casarse como castigo, ésta es, claro, la propia Hero, que estaba "muertita" pero resucita para sorpresa de Claudio. Finalmente se formalizan dos matrimonios: el de Beatriz y Benedicto, y el de Claudio con Hero.
 Los temas de la comedia son, pues, el amor, el desamor, la traición, las envidias, los celos... todos sentimientos humanos atemporales. Sin embargo, se puede analizar la obra desde mil y un puntos de vista, y uno que apasionaría hoy a más de uno (y, sobre todo, más de una) sería comparar los roles de género de la época y los de hoy. Es un tema tan manido hoy en día que agota, así que prefiero leer la comedia tal cual fue escrita a finales del siglo XVI, con finalidad de entretenimiento (lo que buscaba Shakespeare principalmente, seguro) y distracción.

miércoles, 5 de junio de 2024

Inciso cinematográfico: "The Mask of Dimitrios", película dirigida en 1944 por Jean Negulesco.

  Una película protagonizada por Peter Lorre y Sydney Greenstreet no puede ser mala. Eso es parte de un credo cinematográfico que repetiré hasta perder el aliento bajo las más terribles torturas. Me pierde la pasión, lo sé, pero es que esos dos gigantes (de la actuación, porque con metro sesenta el austrohúngaro y metro setenta el inglés...) en la pantalla, un servidor pierde el sentido. Lo admito, ya digo, Lorre y Greenstreet son esos actores a la vieja usanza capaz de llenar la pantalla, de adaptarse a los roles más diversos que les toque interpretar, de dar verosimilitud a los papeles más inverosímiles... Sus físicos, sus voces (imprescindible, pues, verlos en versión original), sus giros posturales... todo encaja en la noción que tengo de grandes actores capaces de hacer de un argumento mediocre una gran película. Por si algún despistado no recuerda quiénes eran Peter Lorre y Sydney Greenstreet, aquí están (a la izquierda de la imagen Greenstreet y a la derecha, Lorre, claro):
Imagen tomada del sitio www.cineaste.com
 Porque, efectivamente, el argumento de La máscara de Dimitrios es bastante regular, no tiene el desarrollo de los de Casablanca o El halcón maltés, por ejemplo. Pero a mí me da igual, estos dos actores son por sí solos artífices de lo que dio en llamarse el "séptimo arte", y desde luego era más por dones o inteligencia natural, además de experiencia, que por escuela de arte dramático ni nada por el estilo.
 Bien, la película se rodó en tiempos belicosos, 1944, en los estudios de la Warner en California. Ambientada en Europa (Estambul, Atenas, Sofía, Ginebra y París), sigue la vida de un estafador y traficante de armas, Dimitrios Makropoulos, interpretado por Zachary Scott, (y basado en el traficante de armas real, Basil Zaharoff, un personaje tremendo, uno de los hombres más ricos de su época, que fue apodado "el mercader de la muerte" y en el que Orson Welles se inspiró para su Mr. Arkadin). Bueno, pues este Dimitrios es perseguido por un escritor holandés, Cornelius Leyden (Lorre), con finalidad de inspirarse en su vida para escribir una novela detectivesca, y por Mr. Peters (Greenstreet), con un fin más prosaico: extorsionarle y conseguir un millón de francos franceses.
Imagen tomada del sitio www.imdb.com
 El guión, por cierto, está sacado de la novela homónima de Eric Ambler (novela que he localizado en la biblioteca y que, D.m., leeré en un futuro), escritor de gran éxito en los años treinta y cuarenta del pasado siglo, especializado en novelas policíacas y de espionaje. Bueno, pues todas las andanzas que esos personajes corren en esas capitales europeas, en las que están siempre a punto de capturar a Dimitrios, pero se escapa por los pelos, hasta la última vez, claro. En fin, es un argumento no muy desarrollado (por eso tengo ganas de leer la novela, para ver si ahí está mejor), pero la película está muy bien ambientada. Vista hoy, genera esa sensación de bienestar de película con una atmósfera muy cuidada, una joya de la época dorada de Hollywood. Se rodó en los mismos estudios que Casablanca, y ambas son muy verosímiles, nadie diría que esta última no fue rodada en la ciudad marroquí.
Imagen tomada del sitio www.cineaste.com
 Pero, aun a riesgo de ser pesado y repetitivo, diré que las actuaciones de Greenstreet y Lorre suponen la diferencia que eleva esta película a las más altas cotas de la cinematografía de todos los tiempos. 

martes, 4 de junio de 2024

"El abuelo que volvió para salvar el mundo", de Jonas Jonasson.

  Continuación del debut literario de Jonasson, El abuelo que saltó por la ventana y se largó, que fue un superventas mundial e inauguró, o así parece, una saga de novelas con personajes ridículos y demenciales que corren aventuras disparatadas y absurdas. El centenario Allan Karlsson ya ha cumplido ciento un años, y lo celebra con su amigo Julius Jonsson en una paradisíaca playa de Bali, de ahí a, como dice el título, salvar el mundo, ya son todo peripecias al más alto nivel.
 Es una novela muy semejante a su predecesora, ligera en cuanto a sus aspiraciones (que nadie trate de buscar el sentido de la vida en sus páginas), pero amena, divertida, descacharrante por momentos, con humor absurdo bastante sutil lo que le da una una elegancia muy agradable. La prosa es muy rápida, poco adjetivada, periodística, lo cual redunda en su facilidad de lectura. Tal vez el único pero que se le puede poner es que es muy coyuntural, me explico: las coordenadas espaciotemporales son muy definidas, con personajes reales sacados de la alta política del momento (Donald Trump, Kim Jong-un, Angela Merkel...), archiconocidos por todos, tanto sus respectivos puestos políticos como sus estereotipos (la estupidez de Trump, el fanatismo de Jong-un, la sobriedad de Merkel...) que encuentran muy rápida comprensión en el lector contemporáneo, pero que quizá dentro de unos pocos decenios no se entienda. Es probable que estas novelas no envejezcan bien, o, al menos, no sean plenamente comprendidas por lectores del futuro.
 Argumento de la novela: celebrando el ciento un aniversario de Karlsson en una playa de Bali, él y su amigo Jonsson viajan en un globo aerostático que, al no tener abordo al piloto, acaba volando sin rumbo y cayendo al Océano Índico, de donde serán rescatados por un barco norcoreano con uranio enriquecido en sus bodegas. Allan Karlsson, en su bendita ingenuidad, se presenta como un experto en energía nuclear, con lo que el capitán del carguero decide llevarlos a Pyongyang para presentarlos al "líder supremo", no teniendo muy claro si son verdaderos expertos, meros farsantes o espías norteamericanos. En Corea del Norte, Kim Jong-un acaba confiando en la candidez de ese anciano y le encarga la compra de grandes cantidades de uranio enriquecido con las que fabricar una bomba atómica. Con ayuda de la ministra de asuntos exteriores sueca, Karlsson y Jonsson salen del país asiático y viajan hasta Estados Unidos, donde se encontrarán con el estrambótico presidente Donald Trump, quien tratará de ganarlos para su causa (no exactamente la causa estadounidense, más bien la causa de Trump contra el mundo), pero acabarán entregando el material radiactivo a Alemania por la mediación de Angela Merkel. Además de estos avatares internacionales, también corren aventuras en un plano más local, cuando Julius Jonsson se convierte en socio de un negocio de ataúdes, tratando de darle un enfoque más artístico y personalizado para el cliente. Como no podía ser de otra forma, todo se enreda cuando entregan un féretro con esvásticas y simbología hitleriana para una niña de doce años, y un sarcófago con nubes, conejitos y palomas para el entierro de un nazi. 
 En fin, ya digo, humor descacharrante y absurdo. Una lectura ligera pero bien pergeñada con la que también se puede reír uno de las vanidades humanas.

sábado, 1 de junio de 2024

"Too Many Books?", by Grant Snider (www.incidentalcomics.com).

 

Image taken from the site www.incidentalcomics.com

Quincuagésimo séptima edición de la Feria del Libro de Valladolid.

 

 Ya está aquí la Feria del Libro, un evento modesto, pero, dado el tamaño de ciudad, importante. Digo modesto porque apenas se superan la media centena de casetas, frente a las casi cuatrocientas de la de Madrid, por ejemplo, pero, con todo, es interesante como dinamizador de la vida cultural de la ciudad (aparte, claro, de un modelo de negocio). Lo que nadie duda es del éxito de volver a la Plaza Mayor, el espacio público más reconocible de la ciudad, en lugar de la Acera de Recoletos en la que estuvo durante tantos años en el pasado. En fin, siempre digo lo mismo, que estas ferias tienen más de la imprescindible periferia de la literatura que otra cosa, es decir, que es más para libreros y editoriales que para lectores, pero (desgraciadamente) los lectores necesitamos  a libreros y editores, ¡qué le vamos a hacer! Obviando esto es un gusto echar un rato entre casetas revisando carátulas y contraportadas.

martes, 28 de mayo de 2024

"La habitación del poeta", de Robert Walser.

  Sigo tratando de desentrañar la personalidad de Robert Walser, atrayente y repulsiva a la vez para mí. Atrayente por ser un autor con un dominio de la lengua escrita extraordinario, con una sensibilidad para describir las mayores nimiedades, las insignificancias de la vida cotidiana como pocos escritores tienen; y repulsiva por los personajes humildes hasta la perversión, hasta la anulación humana. De las tres novelas del suizo, he leído dos: Los hermanos Tanner y Jakob von Gunten, me faltaría una tercera, El ayudante, que no creo que vaya a leer, y ninguna de las dos terminé de leer plenamente. La sensación de estar leyendo el texto de un enfermo mental persistía en todo momento. Las novelas son, según parece, autobiográficas, y los personajes principales son seres destruidos, aniquilados por sí mismos, humildes hasta la abyección, deshumanizados, indignos... Se hace repulsiva, ya digo, su lectura. Es verdad que en la especie humana predomina el vicio contrario: la soberbia, la arrogancia, la vanidad, la prepotencia... pero cuando se llega al otro extremo las sensaciones que deja son igualmente desasosegantes. Obviamente, la virtud está en la dignidad, sin arrogancia pero sin desprecio propio, una dignidad que no trata de imponer nada a nadie, pero tampoco permite que nada se le imponga.
 Pero esos personajes rotos y humillados aparecen en sus novelas, en los libros que son textos y notas tomados a vuelapluma en sus habituales paseos, aparece la sensibilidad ante lo pequeño y su belleza intrínseca, muestra un alma de poeta enamorado de la beldad más sencilla y pura. Así, leer El paseo es una delicia, igual que El bandido, pero, sobre todo, El pequeño zoológico, donde Walser describe en prosa poética los sentimientos que le generan la contemplación de los animales más cotidianos y comunes. Son estos libros donde muestra un talento literario sin verdaderas pretensiones, sin esas arrogancias, claro, pero sin la abyección indigna de las novelas.
 Bien, pues La habitación del poeta pertenece a ese segundo grupo, a las anotaciones tomadas a vuelapluma sobre los lugares y hechos más ordinarios posibles: una estación de tren, una excursión, un tiovivo... Lo de menos es qué describe, sino cómo lo describe, con que finura, con que talento. Es difícil no esbozar una sonrisa cuando se está leyendo, porque, a diferencia de lo que ocurre con sus novelas, estos textos destilan un optimismo y un encandilamiento juveniles. Ya digo, es el escritor con alma de poeta que se maravilla ante todo con una mirada infantil y prístina.
 La habitación del poeta recoge textos en prosa, pero también algunas poesías en verso libre que están en la misma línea que la prosa. De hecho, la prosa, por su lirismo, es más prosa poética que otra cosa. Es una gozada leer la parte buena de Robert Walser. Son lecturas que animan el día, que ayudan a superar el tedio y embrutecimiento que provocan vivir inserto en la sociedad humana.

domingo, 26 de mayo de 2024

Inciso musical: concierto de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, dirigida por Gemma New. Obras de Bacewicz, Grieg y Mendelssohn.

  Decimoséptimo (y antepenúltimo) concierto de abono de la temporada 23-24. En esta ocasión, la OSCyL está dirigida por la joven directora neozelandesa Gemma New; la obra de Grieg será interpretada al piano por Stephen Hough.
 Habitualmente se programan los conciertos para que las obras menos conocidas y apreciadas por el gran público (aunque, en realidad, los asistentes habituales a un auditorio de música culta están muy por encima del "gran público") queden entre obras célebres y reputadas. Ayer no fue así. El concierto comenzó con una obra de Grazyna Bacewicz, compositora polaca activa principalmente a mitad del siglo XX, poco conocida fuera de su país. Su Divertimento para cuerdas (1965) está dividido en tres movimientos (Allegro, Adagio y Giocoso) que, a pesar del nombre del tercer movimiento, poco tiene de juguetón o de divertimento. El tono general de la obra es pesimista, lúgubre y solemne. Eso sí, permite al concertino explayarse al máximo y demostrar su maestría con el violín. En todo caso, es una obra muy poco representada (de hecho, la de ayer fue la primera representación en España). Temo que dejara frío al auditorio, a mí, al menos, así me dejó.
 Pero luego, todavía antes del descanso, nos elevamos a más altas cotas de calidad con el mayor compositor noruego por excelencia, Edvard Grieg. Para ayer programaron su Concierto para piano y orquesta en La menor, op. 16, obra reconocible por todo melómano aunque no sea su archiconocida Peer Gynt. Recuerda la musicóloga Carmen Noheda que esta obra fue presentada en 1869, apenas cuatro años antes que la más famosa, y ya supuso su ascenso a las más altas cotas de popularidad. En aquella época, dice Noheda, el pequeño gigante noruego estaba "encaprichado" con Robert Schumann, siendo su música deudora del gran compositor alemán. Desde luego, el uso del piano es típicamente romántico, con melodías que expresan sentimientos arrebatados, contrastes complejos y ritmos contrastantes (sus tres movimientos son la clara alternancia, Allegro molto moderato, Adagio, Allegro moderato molto e marcato). En el primer movimiento en concreto es de un dramatismo notable, que difiere notablemente del Adagio, que recuerda a las melodías más dulces de Peer Gynt. En todo caso, el lirismo domina la obra, dejando un gusto muy agradable. La interpretación de Stephen Hough tuvo la suficiente maestría como para no restarle un ápice de esa vehemencia que contrasta con la dulzura de otros momentos.
 Y para terminar, como plato fuerte, la Sinfonía nº3 en La menor, op.56, "Escocesa". Si antes hablaba del lirismo romántico, pocas obras cumplen todos los parámetros de ese supuesto Romanticismo musical que la Sinfonía escocesa de Mendelssohn. Tradicionalmente se aceptó el hecho de que el gran compositor hamburgués compuso esta extraordinaria obra en un viaje a Escocia, bajo mecenazgo de la propia reina Victoria de Inglaterra, y que allí quedó sobrecogido por la belleza colosal de los acantilados y la fuerza del Atlántico, creando su enorme talento dos obras que han quedado para la posteridad como genialidades de todos los tiempos: la obertura Las Hébridas y esta sinfonía Escocesa. Fuera así o no, la Sinfonía Escocesa fue la última obra del alemán, que moriría de un derrame cerebral con tan solo treinta y ocho años, pero también fue su obra cumbre, la que, paradojas de la vida, lo inmortalizaría. Su estructura en cuatro movimientos es de molde clásico, con un Andante-Allegro, un Scherzo, un Adagio y un Finale-Allegro, aunque ya se intuyen los bríos y contrastes del Romanticismo, desligado de los corsés del Clasicismo. En fin, la Sinfonía Escocesa es emoción en estado puro, sentimiento desbordado ante la belleza paisajística de aquella tierra, una de mis obras favoritas.