sábado, 14 de septiembre de 2024

"Cándido o un sueño siciliano", de Leonardo Sciascia.

  Tan sólo es la cuarta novela que leo de Sciascia, pero ya empiezo a sentir la diferencia de calidad que hay en todos los autores. Normal, son seres humanos, no son perfectos, y algunas de sus obras son mejores que otras. Pero no puedo dejar de sentirme un tanto desilusionado cuando leo algo más flojo de un descubrimiento reciente. Esto me ha pasado con Cándido. Con todo, hay muchas características del siciliano que persisten en esta novela y que me gustan, como su afán de buscar segundas y terceras interpretaciones a  cuestiones que frecuentemente son explicadas con estereotipos y clichés; un cierto aire pesimista en la cosmovisión de los personajes (esto es especialmente notable en Cándido); un enfoque cristiano, al menos yo lo percibo, en los protagonistas; y, por supuesto, Sicilia, siempre Sicilia.
 Como es evidente y el autor se encarga de recordar en una nota final, la novela está inspirada por el Cándido de Voltaire, cuento filosófico que ironiza sobre la educación de un chico de familia acaudalada por su preceptor, Pangloss. El cuento de Voltaire ridiculiza las ideas de Leibniz y su optimismo filosófico. Sciascia pondrá en un brete las aplicaciones prácticas del comunismo y del cristianismo.
 Cándido es un muchacho siciliano, huérfano de padre (suicidio) y abandonado por su madre, que quedará al cuidado de su abuelo, antiguo militar fascista, reconvertido en diputado de la Democracia Cristiana. El abuelo nombrará un preceptor para su nieto, al arcipreste, don Antonio, un cura en profunda crisis religiosa, que acabará abandonando la Iglesia católica para abrazar el comunismo más ortodoxo. Con él discutirá los orígenes y finales del cristianismo y del comunismo. Juntos pasarán de la fe a la política, ingresando ambos en el partido. Finalmente, Cándido será expulsado del partido comunista, pero no por su origen (abuelo de la Democracia cristiana) ni por su situación socioeconómica (rico y terrateniente), sino por su heterodoxia política (un comunismo práctico que tiene mucho que ver con las virtudes evangélicas).
 Leonardo Sciascia es uno de esos escritores que claramente dejan entrever su personalidad en sus personajes, bien sea en sus caracteres , como en el caso de Cándido, con esa cercanía entre cristianismo y comunismo; bien en su profesión, alguno es profesor de instituto como él lo fue durante decenios; o incluso en la enfermedad que acabaría con su vida, el cáncer es un protagonista más en algún relato.
 Es un relato más flojo que los que anteriormente leí, tal vez por su excesiva dependencia de la obra volteriana que lo inspira, pero no deja de ser una lectura amable, con un punto de incitación a la reflexión que lo mejora notablemente.

jueves, 12 de septiembre de 2024

"La ópera de cuatro cuartos", de Bertolt Brecht.

  Tengo que decir que, aunque reconozco su papel innovador en la dramaturgia, considero que Bertolt Brecht está sobrevalorado. Es verdad que supuso un enfoque nuevo al teatro del siglo XX, que influyó sobre muchos dramaturgos contemporáneos... pero de ahí a decir que es el inventor del Teatro dialéctico o que antes de él no había teatro social o crítico... En fin. Tanto se ha elogiado a Brecht, que cuando uno lee sus obras espera tan alta calidad que fácilmente se siente uno defraudado. Así, Brecht ha pasado a la historia como "azote del poder", "agitador de conciencias", "revulsivo social"... Y, hombre, hay que reconocer que sus obras no son de mero entretenimiento (que también hace falta que las haya, ¡eh!), pero, vamos... El caso es que La ópera de cuatro cuartos cae en este cajón de sastre del Teatro dialéctico o épico que en tono de acerba crítica social pone en solfa la hipocresía dominante.
 La acción tiene lugar en el Londres victoriano, concretamente en los días de la Coronación de esa poderosa monarca. Todos los personajes forman parte de un lumpemproletariado pero con jerarquización y autoritarismo entre ellos. Está el jefe de los mendigos, Peachum, serio y vanidoso con su empresa que contrata personas con amputaciones para mendigar en las principales calles comerciales de la capital inglesa. Su actividad empresarial le reporta poder y prestigio social entre los suyos, siendo un personaje temido y odiado. Su hija, Polly, va a casar con Mackie Cuchillo, líder de bandidos. La boda se celebra con muebles robados y gran asistencia de toda la delincuencia local, aprovechando que la policía está ocupada con la Coronación de la reina; el jefe de policía, de hecho, está invitado a la boda. Peachum no consiente la boda de su hija con el criminal, por lo que convence al jefe de policía para que lo detenga con cualquier excusa. Se produce la detención de Mackie Cuchillo y su traslado a la prisión de Old Bailey, de la cual escapará con ayuda de carceleros corruptos y del gremio de prostitutas. Ellas lo protegerán hasta que vuelva a ser apresado y, ya sin dilación, condenado a la horca. Pero finalmente, cuando está a punto de ser ajusticiado, llega una orden real de la nueva monarca que no sólo lo libra de la pena capital, sino que además lo nombra barón y le otorga una renta vitalicia además de la posesión de un castillo.
 Evidentemente, Brecht está creando una sociedad paralela a la de la "gente bien", equipara los  honores sociales de los reyes con los de criminales, prostitutas y mendigos, criticando así la sociedad humana y sus burdas hipocresías. 
 Por otro lado, La ópera de cuatro cuartos nació como una suerte de obra musical, pues tiene varias canciones en cada uno de sus tres actos. Parece ser que Brecht tenía previsto que el insigne compositor y amigo suyo, Kurt Weill, compusiera la música que las había de acompañar.
 En fin, leída en 2024, esta obra no es tan rompedora como supongo que lo fue en 1928. Se reconoce la crítica sociopolítica, evidentemente, pero resulta un tanto ingenua.

martes, 10 de septiembre de 2024

"Obligación impuesta" y "Wondrak", de Stefan Zweig.

  ¡Y pensar que hay quién se aburre leyendo! Quien diga que no le gusta leer es que no ha tenido la paciencia de seguir buscando hasta encontrar el autor o autores, estilo o estilos, tema o temas que le atraen. Digo esto porque pasando de un autor contemporáneo de entretenimiento puro como Jonasson a un clásico (aunque haya fallecido hace poco más de ochenta años) de gran altura como Zweig le da a uno un vértigo semejante al que debe dar tirarse en paracaídas para caer al mar con traje de buceo y continuar buceando sin solución de continuidad. Quiero decir: disfruto leyendo autores de poca enjundia (perdón por el agravio) pero divertidos e ingeniosos, pero necesito leer a autores que estimulen mi intelecto. Y es que leer lo es todo. Leer te anima cuando estás hundido, te hace razonar si estás eufórico, te sitúa en el mundo cuando estás perdido, te acompaña cuando estás solo... Leer es vivir. Suena un poco cursi todo esto, lo sé, pero lo creo de veras. Y precisamente estos cambios de tercio tan bruscos te permiten comprobar la grandeza de la actividad intelectual más enriquecedora, porque si se cae en el error de desdeñar la lectura de autores más livianos acaba por perder uno el norte en el sentido más lato de la expresión.
 Bien, pues eso, que acabo de leer dos cortos relatos de Zweig (el segundo inconcluso, de hecho) y la conjunción de una prosa cuidada, refinada sin caer en el amaneramiento con argumentos de profundo calado (el pacifismo, el individualismo y la defensa acérrima de la vida humana) me reconcilian de nuevo con el "mono con pantalones" y su capacidad de elevarse por encima del resto de los animales.
 Obligación impuesta es un corto relato fundamentalmente antibelicista, escrito en una época de guerra (¿cuándo no lo es?), 1918, supone el rechazo absoluto de un pintor residente en Suiza cuando, desde el consulado de su país, se le insta a tomar las armas. Quizá por el estigma de la cobardía, insulto supremo de las mentes adocenadas  que todavía en aquella época podía llevar al ostracismo social, es la mujer del pintor la que más fieramente niega la barbarie militarista, defendiendo siempre la libertad individual. Como la prosa de Zweig es tan maravillosa, mejor copiar fragmentos del texto, como cuando Paula le dice a Ferdinand, su marido: 
 "El individuo siempre es más fuerte que los conceptos, sólo tiene que seguir siendo él mismo, seguir fiel a su voluntad. Sólo tiene que saber que es un hombre y querer seguir siéndolo, entonces esas palabras que lo rodean con las que ahora se quiere cloroformizar a la gente, patria, deber, heroísmo, esas palabras se vuelven pura cháchara, charlatanería que apesta a sangre, a sangre humana caliente, viva."
 Extraordinario, ¿no es así? Más adelante, Paula sigue convenciendo a Ferdinand para que rompa la citación con las siguientes palabras:
 "No dejaré que me arrebaten nada por un pedazo de papel, no reconoceré ninguna ley que lleve al asesinato. No inclinaré la cerviz por razón de la autoridad... Se puede pertenecer a un pueblo, pero cuando los pueblos se vuelven locos, no hay por qué seguirlos. Si para ellos no eres más que una cifra, un número, una herramienta, carne de cañón, yo todavía te siento como un hombre vivo, y no consentiré que te lleven."
 Incluso, ya a punto de coger el tren que lo sacará de la pacífica Suiza, el afecto de su propio perro le devuelve la humanidad que los militares y gobernantes le quieren arrebatar, Ferdinand piensa:
 "Todavía queda algo en la tierra que me ama y no me desprecia, pensó, para él todavía no soy una máquina, un instrumento para matar, no soy un débil voluntario, sino simplemente un ser con el que está hermanado por el amor. Acarició tiernamente con su mano la blanca piel una y otra vez. El perro se apretaba a él cada vez más, como si supiera de su soledad, ambos respiraban pausada y suavemente ante el sueño incipiente."
 Una vez más, es Paula quien tiene las ideas más claras, quien más rechaza los convencionalismos sociales, como cuando dice:
 "¡La gente! La gente -gritó airada-, ¿qué me preocupa a mí la gente? ¿De qué me servirán cuando yazcas muerto de un tiro o vuelvas a casa cojeando, hecho pedazos? Me río yo de la gente, de su compasión, de su amor, de su gratitud... Yo te quiero a ti como persona, una persona que vive libre. Te quiero libre, libre como corresponde a un hombre, no como carne de cañón..."
 Felizmente, Ferdinand, al ver circular un convoy de soldados franceses hechos prisioneros, muchos de ellos heridos, amputados, destruidos de por vida recapacita y, saltando en marcha del tren, huye de nuevo a los brazos de su mujer, a la paz verdadera de cualquier hombre, finalizando así:
 "Alzó la mirada y reconoció conmovido y con fe que para los hombres no rige más ley que la de la propia tierra: que, en realidad, no existe mayor obligación que la de estar unidos."
 En Wondrak es otra mujer, una madre, la que protege de la barbarie militarista al hijo de diecisiete años que es llamado a filas. Ella, una mujer que ha sufrido el rechazo de los suyos por un simple defecto estético, carecer de apéndice nasal, lo que la convierte para los maledicentes campesinos en "La Calavera", defiende a ultranza la vida del otro. El hijo, incluso, es producto de una violación brutal, pero daría su vida por él. Lo protege de la soldadesca porque lo siente destinado a más altas metas (por otro lado, ¿hay alguna meta más baja que ser carne de cañón?), como cualquier ser humano que tiene derecho a existir, a no ser asesinado y no tener que asesinar para sobrevivir.
 Son, pues, dos relatos extraordinarios, lúcidos e impactantes. Si todos fueran capaces de entenderlos haría más de cien años que no habría guerra alguna.

domingo, 8 de septiembre de 2024

"La analfabeta que era un genio de los números", de Jonas Jonasson.

  Cuarta novela que leo del autor de superventas sueco (aunque sea la segunda publicada en orden cronológico), muy parecida a las otras tanto en forma como en argumento. Pero es que, supongo, cuando un periodista y empresario de medios de comunicación decide publicar algo de lo que escribió en el pasado y tiene el rotundo éxito mundial que tuvo con su El abuelo que saltó por la ventana y se largó no tiene mucho sentido cambiar las formas. Ésta en concreto es igual de disparatada, azarosa, irónica, sarcástica y bienhumorada que las anteriores, demostrando que cualquier situación vital, por penosa que sea, puede enfocarse con positividad para no quedarse encallado definitivamente. En ese sentido, leer a Jonasson es un ejercicio de liberación y superación de complejos; en otro sentido, más formalista o académico, leer a Jonasson es simple entretenimiento, sin más aspiraciones. Cada cual enfoque su lectura como quiera.
 El autor sueco narra la vida de una limpiadora de letrinas de Soweto, Nombeko Miyaki, que, a pesar de no tener educación formal alguna, tiene gran aptitud por las ciencias, ganas de aprender y una cabeza muy bien amueblada. Esas características, combinadas con un mucho de buena suerte, la pondrán en contacto con el fracasado proyecto nuclear sudafricano y el servicio de inteligencia israelí que controla el proceso para acabar saliendo de África y recalar en un país tan poco prono a las armas nucleares como Suecia, donde, a pesar de todo, contactará sin querer con  las dos únicas personas que tienen tanta animadversión a la monarquía del país escandinavo y al establishment político como para querer detonar una bomba atómica en su país. Y así,  como sin quererlo, acaba una bomba nuclear de tres megatones en un desvencijado camión robado rodando por las pacíficas carreteras suecas. Finalmente, claro, no explosiona nada; para más inri de los anarquistas, el propio rey sueco y su primer ministro acaban por reconducir personalmente la situación, llegando a tener una relación de amistad con la huérfana sudafricana.
 Como en otras novelas, Jonasson, a pesar de lo surrealista del argumento, hila una trama relativamente fiel a la historia reciente de los distintos países, tanto Sudáfrica como Suecia, con personajes reales de los mismos, como Nelson Mandela, el rey Carlos Gustavo de Suecia o el primer ministro Fredrik Reinfeldt. Es interesante, porque esto aporta una cierta verosimilitud a una narración inverosímil, lo cual nos recuerda lo fácil que cualquier situación sesudamente reflexionada toma un derrotero inesperado por puro azar.
 Una lectura fresca y rápida, sin complicaciones, ideal para un verano agonizante.