viernes, 7 de junio de 2024

"Mucho ruido y pocas nueces", de William Shakespeare.

  Los filólogos y demás tontos solemnes entendidos categorizan Mucho ruido y pocas nueces ("Much Ado About Nothing") como una comedia romántica, aunque a veces parece más tragicomedia que comedia a secas. Hay elementos cómicos buenísimos, como los alguaciles Dogberry y Verges, que trabucan sus palabras, cambiando el sentido de sus oraciones con palabras antónimas; pero también tiene toques trágicos como la muerte de Hero, que finalmente es fingida, algo que ocurre frecuentemente en algunos personajes femeninos de Shakespeare, amén del supuesto ajusticiamiento de Borachio y Conrado, o la detención y el retorno a Sicilia del gran malvado de la obra, don Juan. Tal vez lo que ocurra no es tanto que haya cambiado el gusto del público del siglo XVII a la actualidad, sino que lo que conocemos como "comedia romántica" en nuestros días es un pestiño edulcorado infumable sin la profundidad psicológica y social de las obras de Shakespeare. Sea como fuere, esta comedia romántica está estructurada en cinco actos, escrita en prosa, y, se cree, que fue estrenada antes de 1600.
 Resumen del argumento de la obra: Acto I: en Mesina, Sicilia, el gobernador Leonato da una fiesta a la que están invitados don Pedro, príncipe de Aragón; don Juan, hermano bastardo del anterior; Claudio, joven noble florentino; Benedicto, noble paduano; Hero, hija de Leonato; Beatriz, sobrina de éste; Borachio y Conrado, ayudantes de don Juan, y otros más. Benedicto y Beatriz se lanzan pullas constantemente, de una manera que no deja duda de que están interesados el uno en el otro, aquello de "los amores reñidos son los más queridos". No son los únicos enamorados, Claudio y Hero también se rinden pleitesía amorosa, pero sin disimulo alguno. Por otro lado, don Juan, hermano bastardo de don Pedro, al cual se presupone resentido y envidioso de las prebendas reales de su hermanastro, decide intrigar contra la felicidad de éste y de su protegido, Claudio, enturbiando la relación de Claudio con Hero al calumniar la virtud de la hija del gobernador.
 Acto II: en un baile de máscaras (elemento también muy frecuente en Shakespeare), Beatriz y Benedicto siguen lanzándose burlas y desdenes, mientras don Pedro toma como asunto suyo la promesa entre Claudio y Hero. Don Juan encarga a Borachio que conspire contra la felicidad de la ya establecida pareja.
 Acto III: Hero insta a Beatriz a que se acerque a Benedicto y reconozca sus virtudes. Don Juan pretende perjudicar a Claudio (y así, indirectamente, a su hermanastro, don Pedro) haciéndole creer que Hero le es infiel. Se presenta en la tercera escena del acto a los actores cómicos principales, Dogberry y Verges, alguaciles torpes y tontos aunque bienintencionados, que tendrán un papel relevante en los últimos actos. Los conspiradores Borachio y Conrado (a las órdenes de don Juan) avisan a Claudio sobre las supuestas infidelidades de Hero.
 Acto IV: todo está ya preparado para la boda entre Claudio y Hero, cuando van a dar el consentimiento mutuo Claudio rechaza a Hero por desleal y anula el matrimonio. Hero, injuriada y sofocada, se desmaya y, aparentemente, muere. Beatriz, indignada ante la infamia que sufre su prima, demanda a Benedicto un escarnio para Claudio. Por otro lado, en la cárcel, los alguaciles sacan la confesión a Borachio y Conrado de haberse conjurado contra Claudio y Hero, calumniando a la hija del gobernador.
 Acto V: Estando en el palacio del gobernador éste con su hermano, llegan don Pedro y Claudio. Leonato acusa a Claudio de calumniar la virtud de su hija y provocar, indirectamente, su muerte. Don Pedro protege a su joven acompañante. Benedicto acude y reta a duelo a Claudio por las mismas razones. Estando todos juntos, entran los alguaciles con Borachio y Conrado, detenidos, quienes admiten haber conspirado contra aquel matrimonio, mintiendo sobre el honor de Hero. Claudio y don Pedro, avergonzados, piden perdón a Leonato por haber dudado de Hero y haber creído las patrañas que les presentaron otros. Se aprestan a recibir el castigo que Leonato considere oportuno. Éste "castiga" a  Claudio a casar con una sobrina suya (supongo que sería más fea que Picio). Benedicto y Beatriz, ya sin burlas, se declaran su amor mutuo y preparan la escena final. La escena final es otro baile de máscaras, en el que presentan a Claudio a la joven con la que habría de casarse como castigo, ésta es, claro, la propia Hero, que estaba "muertita" pero resucita para sorpresa de Claudio. Finalmente se formalizan dos matrimonios: el de Beatriz y Benedicto, y el de Claudio con Hero.
 Los temas de la comedia son, pues, el amor, el desamor, la traición, las envidias, los celos... todos sentimientos humanos atemporales. Sin embargo, se puede analizar la obra desde mil y un puntos de vista, y uno que apasionaría hoy a más de uno (y, sobre todo, más de una) sería comparar los roles de género de la época y los de hoy. Es un tema tan manido hoy en día que agota, así que prefiero leer la comedia tal cual fue escrita a finales del siglo XVI, con finalidad de entretenimiento (lo que buscaba Shakespeare principalmente, seguro) y distracción.

miércoles, 5 de junio de 2024

Inciso cinematográfico: "The Mask of Dimitrios", película dirigida en 1944 por Jean Negulesco.

  Una película protagonizada por Peter Lorre y Sydney Greenstreet no puede ser mala. Eso es parte de un credo cinematográfico que repetiré hasta perder el aliento bajo las más terribles torturas. Me pierde la pasión, lo sé, pero es que esos dos gigantes (de la actuación, porque con metro sesenta el austrohúngaro y metro setenta el inglés...) en la pantalla, un servidor pierde el sentido. Lo admito, ya digo, Lorre y Greenstreet son esos actores a la vieja usanza capaz de llenar la pantalla, de adaptarse a los roles más diversos que les toque interpretar, de dar verosimilitud a los papeles más inverosímiles... Sus físicos, sus voces (imprescindible, pues, verlos en versión original), sus giros posturales... todo encaja en la noción que tengo de grandes actores capaces de hacer de un argumento mediocre una gran película. Por si algún despistado no recuerda quiénes eran Peter Lorre y Sydney Greenstreet, aquí están (a la izquierda de la imagen Greenstreet y a la derecha, Lorre, claro):
Imagen tomada del sitio www.cineaste.com
 Porque, efectivamente, el argumento de La máscara de Dimitrios es bastante regular, no tiene el desarrollo de los de Casablanca o El halcón maltés, por ejemplo. Pero a mí me da igual, estos dos actores son por sí solos artífices de lo que dio en llamarse el "séptimo arte", y desde luego era más por dones o inteligencia natural, además de experiencia, que por escuela de arte dramático ni nada por el estilo.
 Bien, la película se rodó en tiempos belicosos, 1944, en los estudios de la Warner en California. Ambientada en Europa (Estambul, Atenas, Sofía, Ginebra y París), sigue la vida de un estafador y traficante de armas, Dimitrios Makropoulos, interpretado por Zachary Scott, (y basado en el traficante de armas real, Basil Zaharoff, un personaje tremendo, uno de los hombres más ricos de su época, que fue apodado "el mercader de la muerte" y en el que Orson Welles se inspiró para su Mr. Arkadin). Bueno, pues este Dimitrios es perseguido por un escritor holandés, Cornelius Leyden (Lorre), con finalidad de inspirarse en su vida para escribir una novela detectivesca, y por Mr. Peters (Greenstreet), con un fin más prosaico: extorsionarle y conseguir un millón de francos franceses.
Imagen tomada del sitio www.imdb.com
 El guión, por cierto, está sacado de la novela homónima de Eric Ambler (novela que he localizado en la biblioteca y que, D.m., leeré en un futuro), escritor de gran éxito en los años treinta y cuarenta del pasado siglo, especializado en novelas policíacas y de espionaje. Bueno, pues todas las andanzas que esos personajes corren en esas capitales europeas, en las que están siempre a punto de capturar a Dimitrios, pero se escapa por los pelos, hasta la última vez, claro. En fin, es un argumento no muy desarrollado (por eso tengo ganas de leer la novela, para ver si ahí está mejor), pero la película está muy bien ambientada. Vista hoy, genera esa sensación de bienestar de película con una atmósfera muy cuidada, una joya de la época dorada de Hollywood. Se rodó en los mismos estudios que Casablanca, y ambas son muy verosímiles, nadie diría que esta última no fue rodada en la ciudad marroquí.
Imagen tomada del sitio www.cineaste.com
 Pero, aun a riesgo de ser pesado y repetitivo, diré que las actuaciones de Greenstreet y Lorre suponen la diferencia que eleva esta película a las más altas cotas de la cinematografía de todos los tiempos. 

martes, 4 de junio de 2024

"El abuelo que volvió para salvar el mundo", de Jonas Jonasson.

  Continuación del debut literario de Jonasson, El abuelo que saltó por la ventana y se largó, que fue un superventas mundial e inauguró, o así parece, una saga de novelas con personajes ridículos y demenciales que corren aventuras disparatadas y absurdas. El centenario Allan Karlsson ya ha cumplido ciento un años, y lo celebra con su amigo Julius Jonsson en una paradisíaca playa de Bali, de ahí a, como dice el título, salvar el mundo, ya son todo peripecias al más alto nivel.
 Es una novela muy semejante a su predecesora, ligera en cuanto a sus aspiraciones (que nadie trate de buscar el sentido de la vida en sus páginas), pero amena, divertida, descacharrante por momentos, con humor absurdo bastante sutil lo que le da una una elegancia muy agradable. La prosa es muy rápida, poco adjetivada, periodística, lo cual redunda en su facilidad de lectura. Tal vez el único pero que se le puede poner es que es muy coyuntural, me explico: las coordenadas espaciotemporales son muy definidas, con personajes reales sacados de la alta política del momento (Donald Trump, Kim Jong-un, Angela Merkel...), archiconocidos por todos, tanto sus respectivos puestos políticos como sus estereotipos (la estupidez de Trump, el fanatismo de Jong-un, la sobriedad de Merkel...) que encuentran muy rápida comprensión en el lector contemporáneo, pero que quizá dentro de unos pocos decenios no se entienda. Es probable que estas novelas no envejezcan bien, o, al menos, no sean plenamente comprendidas por lectores del futuro.
 Argumento de la novela: celebrando el ciento un aniversario de Karlsson en una playa de Bali, él y su amigo Jonsson viajan en un globo aerostático que, al no tener abordo al piloto, acaba volando sin rumbo y cayendo al Océano Índico, de donde serán rescatados por un barco norcoreano con uranio enriquecido en sus bodegas. Allan Karlsson, en su bendita ingenuidad, se presenta como un experto en energía nuclear, con lo que el capitán del carguero decide llevarlos a Pyongyang para presentarlos al "líder supremo", no teniendo muy claro si son verdaderos expertos, meros farsantes o espías norteamericanos. En Corea del Norte, Kim Jong-un acaba confiando en la candidez de ese anciano y le encarga la compra de grandes cantidades de uranio enriquecido con las que fabricar una bomba atómica. Con ayuda de la ministra de asuntos exteriores sueca, Karlsson y Jonsson salen del país asiático y viajan hasta Estados Unidos, donde se encontrarán con el estrambótico presidente Donald Trump, quien tratará de ganarlos para su causa (no exactamente la causa estadounidense, más bien la causa de Trump contra el mundo), pero acabarán entregando el material radiactivo a Alemania por la mediación de Angela Merkel. Además de estos avatares internacionales, también corren aventuras en un plano más local, cuando Julius Jonsson se convierte en socio de un negocio de ataúdes, tratando de darle un enfoque más artístico y personalizado para el cliente. Como no podía ser de otra forma, todo se enreda cuando entregan un féretro con esvásticas y simbología hitleriana para una niña de doce años, y un sarcófago con nubes, conejitos y palomas para el entierro de un nazi. 
 En fin, ya digo, humor descacharrante y absurdo. Una lectura ligera pero bien pergeñada con la que también se puede reír uno de las vanidades humanas.

sábado, 1 de junio de 2024

"Too Many Books?", by Grant Snider (www.incidentalcomics.com).

 

Image taken from the site www.incidentalcomics.com

Quincuagésimo séptima edición de la Feria del Libro de Valladolid.

 

 Ya está aquí la Feria del Libro, un evento modesto, pero, dado el tamaño de ciudad, importante. Digo modesto porque apenas se superan la media centena de casetas, frente a las casi cuatrocientas de la de Madrid, por ejemplo, pero, con todo, es interesante como dinamizador de la vida cultural de la ciudad (aparte, claro, de un modelo de negocio). Lo que nadie duda es del éxito de volver a la Plaza Mayor, el espacio público más reconocible de la ciudad, en lugar de la Acera de Recoletos en la que estuvo durante tantos años en el pasado. En fin, siempre digo lo mismo, que estas ferias tienen más de la imprescindible periferia de la literatura que otra cosa, es decir, que es más para libreros y editoriales que para lectores, pero (desgraciadamente) los lectores necesitamos  a libreros y editores, ¡qué le vamos a hacer! Obviando esto es un gusto echar un rato entre casetas revisando carátulas y contraportadas.

martes, 28 de mayo de 2024

"La habitación del poeta", de Robert Walser.

  Sigo tratando de desentrañar la personalidad de Robert Walser, atrayente y repulsiva a la vez para mí. Atrayente por ser un autor con un dominio de la lengua escrita extraordinario, con una sensibilidad para describir las mayores nimiedades, las insignificancias de la vida cotidiana como pocos escritores tienen; y repulsiva por los personajes humildes hasta la perversión, hasta la anulación humana. De las tres novelas del suizo, he leído dos: Los hermanos Tanner y Jakob von Gunten, me faltaría una tercera, El ayudante, que no creo que vaya a leer, y ninguna de las dos terminé de leer plenamente. La sensación de estar leyendo el texto de un enfermo mental persistía en todo momento. Las novelas son, según parece, autobiográficas, y los personajes principales son seres destruidos, aniquilados por sí mismos, humildes hasta la abyección, deshumanizados, indignos... Se hace repulsiva, ya digo, su lectura. Es verdad que en la especie humana predomina el vicio contrario: la soberbia, la arrogancia, la vanidad, la prepotencia... pero cuando se llega al otro extremo las sensaciones que deja son igualmente desasosegantes. Obviamente, la virtud está en la dignidad, sin arrogancia pero sin desprecio propio, una dignidad que no trata de imponer nada a nadie, pero tampoco permite que nada se le imponga.
 Pero esos personajes rotos y humillados aparecen en sus novelas, en los libros que son textos y notas tomados a vuelapluma en sus habituales paseos, aparece la sensibilidad ante lo pequeño y su belleza intrínseca, muestra un alma de poeta enamorado de la beldad más sencilla y pura. Así, leer El paseo es una delicia, igual que El bandido, pero, sobre todo, El pequeño zoológico, donde Walser describe en prosa poética los sentimientos que le generan la contemplación de los animales más cotidianos y comunes. Son estos libros donde muestra un talento literario sin verdaderas pretensiones, sin esas arrogancias, claro, pero sin la abyección indigna de las novelas.
 Bien, pues La habitación del poeta pertenece a ese segundo grupo, a las anotaciones tomadas a vuelapluma sobre los lugares y hechos más ordinarios posibles: una estación de tren, una excursión, un tiovivo... Lo de menos es qué describe, sino cómo lo describe, con que finura, con que talento. Es difícil no esbozar una sonrisa cuando se está leyendo, porque, a diferencia de lo que ocurre con sus novelas, estos textos destilan un optimismo y un encandilamiento juveniles. Ya digo, es el escritor con alma de poeta que se maravilla ante todo con una mirada infantil y prístina.
 La habitación del poeta recoge textos en prosa, pero también algunas poesías en verso libre que están en la misma línea que la prosa. De hecho, la prosa, por su lirismo, es más prosa poética que otra cosa. Es una gozada leer la parte buena de Robert Walser. Son lecturas que animan el día, que ayudan a superar el tedio y embrutecimiento que provocan vivir inserto en la sociedad humana.

domingo, 26 de mayo de 2024

Inciso musical: concierto de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, dirigida por Gemma New. Obras de Bacewicz, Grieg y Mendelssohn.

  Decimoséptimo (y antepenúltimo) concierto de abono de la temporada 23-24. En esta ocasión, la OSCyL está dirigida por la joven directora neozelandesa Gemma New; la obra de Grieg será interpretada al piano por Stephen Hough.
 Habitualmente se programan los conciertos para que las obras menos conocidas y apreciadas por el gran público (aunque, en realidad, los asistentes habituales a un auditorio de música culta están muy por encima del "gran público") queden entre obras célebres y reputadas. Ayer no fue así. El concierto comenzó con una obra de Grazyna Bacewicz, compositora polaca activa principalmente a mitad del siglo XX, poco conocida fuera de su país. Su Divertimento para cuerdas (1965) está dividido en tres movimientos (Allegro, Adagio y Giocoso) que, a pesar del nombre del tercer movimiento, poco tiene de juguetón o de divertimento. El tono general de la obra es pesimista, lúgubre y solemne. Eso sí, permite al concertino explayarse al máximo y demostrar su maestría con el violín. En todo caso, es una obra muy poco representada (de hecho, la de ayer fue la primera representación en España). Temo que dejara frío al auditorio, a mí, al menos, así me dejó.
 Pero luego, todavía antes del descanso, nos elevamos a más altas cotas de calidad con el mayor compositor noruego por excelencia, Edvard Grieg. Para ayer programaron su Concierto para piano y orquesta en La menor, op. 16, obra reconocible por todo melómano aunque no sea su archiconocida Peer Gynt. Recuerda la musicóloga Carmen Noheda que esta obra fue presentada en 1869, apenas cuatro años antes que la más famosa, y ya supuso su ascenso a las más altas cotas de popularidad. En aquella época, dice Noheda, el pequeño gigante noruego estaba "encaprichado" con Robert Schumann, siendo su música deudora del gran compositor alemán. Desde luego, el uso del piano es típicamente romántico, con melodías que expresan sentimientos arrebatados, contrastes complejos y ritmos contrastantes (sus tres movimientos son la clara alternancia, Allegro molto moderato, Adagio, Allegro moderato molto e marcato). En el primer movimiento en concreto es de un dramatismo notable, que difiere notablemente del Adagio, que recuerda a las melodías más dulces de Peer Gynt. En todo caso, el lirismo domina la obra, dejando un gusto muy agradable. La interpretación de Stephen Hough tuvo la suficiente maestría como para no restarle un ápice de esa vehemencia que contrasta con la dulzura de otros momentos.
 Y para terminar, como plato fuerte, la Sinfonía nº3 en La menor, op.56, "Escocesa". Si antes hablaba del lirismo romántico, pocas obras cumplen todos los parámetros de ese supuesto Romanticismo musical que la Sinfonía escocesa de Mendelssohn. Tradicionalmente se aceptó el hecho de que el gran compositor hamburgués compuso esta extraordinaria obra en un viaje a Escocia, bajo mecenazgo de la propia reina Victoria de Inglaterra, y que allí quedó sobrecogido por la belleza colosal de los acantilados y la fuerza del Atlántico, creando su enorme talento dos obras que han quedado para la posteridad como genialidades de todos los tiempos: la obertura Las Hébridas y esta sinfonía Escocesa. Fuera así o no, la Sinfonía Escocesa fue la última obra del alemán, que moriría de un derrame cerebral con tan solo treinta y ocho años, pero también fue su obra cumbre, la que, paradojas de la vida, lo inmortalizaría. Su estructura en cuatro movimientos es de molde clásico, con un Andante-Allegro, un Scherzo, un Adagio y un Finale-Allegro, aunque ya se intuyen los bríos y contrastes del Romanticismo, desligado de los corsés del Clasicismo. En fin, la Sinfonía Escocesa es emoción en estado puro, sentimiento desbordado ante la belleza paisajística de aquella tierra, una de mis obras favoritas.

jueves, 23 de mayo de 2024

"La Tierra Larga", de Terry Pratchett y Stephen Baxter.

  Hace casi dos años leí la quinta entrega de la serie La Tierra Larga, titulada El largo Cosmos. Lo hice por error, la verdad, creí que era una novela independiente. No me entusiasmó, sobre todo por comparación con las novelas del Mundodisco, verdaderas obras maestras del subgénero narrativo de ciencia ficción. Bueno, como ya acabé las cuarenta y una espléndidas novelas del Mundodisco, empecé a echar de menos la sutil ironía de Pratchett, su capacidad de reírse de la vanidad humana que tanto daño hace. Así que saqué la primera entrega de La Tierra Larga, con título homónimo.
 El concepto básico de ciencia ficción aquí son los viajes en el tiempo, pero no en un sentido más clásico (como, por ejemplo, la extraordinaria novela de H.G. Wells, La máquina del tiempo, verdadero icono mil veces imitado), sino con la supuesta existencia de multitud de planetas Tierra que se dispondrían en paralelo y a los que se podría saltar con un pequeño ingenio llamado "cruzadora". En estas Tierra paralelas, carentes de vida humana, se van produciendo cambios geológicos y climáticos que promueven la aparición de nuevas especies animales y vegetales. Aparentemente, el número de Tierras es infinito, denominando "Tierras bajas" a los planetas más cercanos al planeta original (rebautizado como "Datum"), planetas estos con pocas variaciones al habitado por humanos; y "Tierras altas" a los planetas que están a miles de cruces de uno a otro, estos ya tienen cambios geológicos, de clima, así como de fauna y flora. Los personajes principales son Joshua Valienté, un "cruzador natural", alguien que no necesita de la conocida máquina para pasar de un planeta a otro; Lobsang, un monje budista tibetano reencarnado como inteligencia artificial en una máquina expendedora (ironía "pratchettiana" típica); y Sally Linsay, hija del desarrollador de la famosa cruzadora de marras, que vagabundea por las Tierras altas en busca de aventuras y conocimientos. Juntos irán pasando de un planeta a otro en un dirigible llamado "Mark Twain" (guiño metaliterario), para ir registrando los cambios bruscos que se acentúan cuanto más se alejan del Datum.
 Ése es el esbozo del argumento principal, los temas incluidos son: la evolución de seres vivos, que toman infinitos caminos en cada planeta; la búsqueda de soledad y el aislamiento personal en planetas carentes de vida humana, algo presente en multitud de novelas de ciencia ficción; y el afán explorador de otros mundos, por muy parecidos que puedan ser al nuestro. Esos tres temas son muy habituales en narrativa de ciencia ficción, especialmente el de la misantropía, tanto del autor como de los lectores, que los lleva a imaginarse a sí mismos en enormes planetas carentes de humanos, (por otra parte, qué lector empedernido no ha soñado con alejarse de la sociedad para siempre... el propio hecho de leer supone dejar de estar con nuestros semejantes, aunque sea por unas horas).
 Bien, La Tierra larga no es la mejor novela de ciencia ficción con viajes en el tiempo que haya leído, pero engancha lo suficiente como para desear seguir leyendo la saga al terminarla. Echo de menos el mordiente humor de Pratchett que lo caracteriza en el Mundodisco, aquí, salvo un par de pequeños brillos, todo parece demasiado serio para un humorista genial como el inglés, capaz de sacarle punta al tema mas anodino. Es probable que la influencia de Stephen Baxter, coautor de la saga, sea muy notable, toda vez que, por lo que parece, este autor tiene varias novelas de ciencia ficción con argumentos muy semejantes (entre ellas, una continuación de La máquina del tiempo de Wells). No he leído nada más de Baxter, con lo que no puedo juzgar con propiedad. En todo caso, no deja de ser una novela entretenida, original y recomendable. Continuaré en un futuro la lectura de la saga.

sábado, 18 de mayo de 2024

"El caballero y la muerte", de Leonardo Sciascia.

  Todavía, a mis cincuenta y tres años, más de cuarenta de ávido lector, sigo descubriendo autores notables e incluso sobresalientes. Me congratula esto. Denota que todavía tengo que aprender, lo cual quiere decir que no soy tan viejo, que tengo hueco entre los vivos, que puedo mejorar como ser humano, que el mañana tiene un sentido... El lector estará pensando que me he levantado hoy con pie sensiblero, pero es que muchos de los que leen este blog (sospecho que no todos, sospecho que hay algunos muy cercanos) no saben que en mi familia, como en tantas de este sacrosanto país, se valora por encima de todo la adhesión infatigable a principios sempiternos a los que uno ha de suscribirse desde la más tierna adolescencia, entonces se apaga el cerebro y se sigue sobreviviendo seis, siete u ocho decenios más. En esa incapacidad de aprendizaje y cambio desde los escasos veinte años se encuentran mis señores padres, se encontraban mis abuelos, ya fallecidos, y otros muchos consanguíneos del que escribe. Creen ellos que así demuestran carácter, personalidad y principios; creo yo que así sólo demuestran estolidez y tozudez. De modo que, en mi opinión, que un quincuagenario pueda admitir abiertamente ignorancia sobre algo y afán de ilustración evidencia que ese individuo está vivo todavía, que su corazón late y, más importante, su cerebro piensa.
 A Leonardo Sciascia me lo recomendó un vecino de mi localidad del Auditorio Miguel Delibes, italiano meridional, como el propio escritor, hablando de uno de los grandes de la lengua de Dante, de Primo Levi, y de la Editorial Einaudi en la que ambos publicaban. No me extrañó mi ignorancia, pues desprecio altaneramente (de forma un tanto vanidosa y estúpida, reconozco) la literatura contemporánea, pero es que, conociendo el infame negocio editorial que promueve a escritorzuelos de medio pelo para vender libros como rosquillas, prefiero dejar que el tiempo ponga a cada uno en su lugar. He comprobado que, a la vuelta de cien años, lo que eran meros "fenómenos editoriales", simples promociones comerciales, decaen, mientras que la buena literatura de verdad se sigue leyendo y sigue influenciando a otros escritores. En fin, sea como fuere, leí a este tal Sciascia (1921-1989) en lo que parece ser un relato publicado en las postrimerías de su vida (1988) con un personaje enfermo del mismo cáncer que acabaría con su propia existencia.
 Bien, reconozco que, en un primer momento, tuve sensaciones contrapuestas al leer El caballero y la muerte: por un lado admitía la calidad de su prosa, con frases largas y adjetivadas para ser un escritor de la segunda mitad del siglo XX, con personajes bien pergeñados y un enfoque  novedoso del argumento; pero, por otro lado, se trata de una novela policíaca, subgénero al que yo no soy muy afecto. Al ser un relato de poco más de cien páginas destaca mucho el ritmo que se da a la narración y, sobre todo, el brusco giro argumental del final, sin duda lo mejor de la novela. Ese giro final da una originalidad que deja un sabor de boca excelente, haciéndole olvidar a uno el subgénero policíaco al que aludía antes.
 En esencia se trata de un policía que investiga el asesinato de un abogado a manos de un grupúsculo terrorista autodenominado "Los hijos del 89", juego de palabras, pues la acción se desarrolla en 1989, pero los asesinos, en realidad, se identifican con el año 1789, el de la Revolución Francesa. Ya decía que este policía es un alter ego del escritor, fumador empedernido y enfermo de cáncer, es avispado sobremanera para ser un simple policía, en buena medida por ser culto y erudito, gran aficionado a la literatura y el arte en general. En fin, es tan corto el texto que el argumento está poco desarrollado, pero el excelente remate final lo mejora notabilísimamente.
 Prometo leer más adelante a Leonardo Sciascia de nuevo, narraciones más extensas y, preferentemente, que no sean de tipo policíaco, pero el sabor que me ha dejado El caballero y la muerte ha sido muy bueno.

miércoles, 15 de mayo de 2024

"Los herederos", de Isaac Bashevis Singer.

  Otra novela más del Nobel de literatura de 1978, ésta es la continuación argumental de La casa de Jampol. Ahora son los hijos y nietos del patriarca familiar, Calman Jacoby, aquél que se asentó en Jampol en la propiedad de un noble polaco e hizo fortuna con una mina y la construcción del ferrocarril. El propio Calman tuvo vida complicada con amantes, hijos de distintas mujeres, avatares y vicisitudes variadas... Pero sus hijos tendrán muchas más dificultades, tanto económicas como sociales y políticas. Pero los escollos más notables a los que Singer presta atención son los cambios de costumbres religiosas y sociales: la secularización de los judíos, que abandonan sus liturgias e incluso acaban renegando de Dios, y abrazan las nuevas tendencias sociopolíticas que estaban anegando el planeta en aquel fin del siglo XIX, el comunismo, el anarquismo, la revolución social... Todo ello lleva a la judería polaca a cambiar en pocos decenios lo que no se había hecho en siglos. Durante generaciones, los israelitas habían vivido igual, pero ahora los padres no reconocen a los hijos. En ese fin de siglo, además, el antisemitismo entre la población mayoritaria de Polonia lleva a miles de judíos a la diáspora en busca de horizontes más pacíficos: muchos a Estados Unidos, otros a Palestina, unos pocos a Europa Occidental... Las familias hebreas se rompen tanto por separación geográfica como emocional. Todo esto, claro, genera mucho dolor, pero también abre nuevos horizontes que parecían vedados cuando, antaño, los hijos vivían como sus padres y abuelos. Y ahí está la genialidad de Isaac Bashevis Singer, en retratar esa zozobra emocional de los judíos centroeuropeos que modeló en cierta forma la historia de todo el continente.
 Porque a la vez que se narran las mil circunstancias vitales de los personajes (la intrahistoria, que diría Unamuno), se narran vagamente también los hechos más destacados de la alta política: las revueltas antirrusas en Polonia, el militarismo creciente de Prusia, la preocupante animadversión entre ese país y Francia, las huelgas obreras en toda Europa, el tsunami comunista y anarquista que conquista a millones en todo el continente, el aumento del antisemitismo... Todo como un trasfondo entre los amoríos y desamores entre los personajes, sus cambios de costumbres, la secularización de muchos, el retorno a los viejos hábitos de unos pocos... 
 Como en La casa de Jampol el personaje más interesante, por ser el mejor delineado y al que el autor dedica más extensión, es Clara. Clara representa ese espíritu estereotípicamente judío, capaz de arrostrar cualquier dificultad, de adaptarse a la cambiante realidad para sacar lo mejor (o lo menos malo, si no queda otra) de cada día. Una resiliencia que ha permitido sobrevivir durante milenios a uno de los colectivos étnicos más odiados en el planeta. Ahora, Clara se debate entre los amores de Alexander Zipkin, el médico asentado en Nueva York, y Mirkin, un rico empresario ruso; Clara es apasionada, pero la pasión no ciega su visión economicista de la relación, sopesando qué puede ser mejor para sí misma y para sus hijos... Es un personaje tan humano, tan verosímil que uno cree conocerla perfectamente.
 Finalmente, Singer reflexiona (como lo hace un narrador, en la mente y las palabras de sus personajes) sobre la razón última de la existencia, la conveniencia de adherirse a antiguas liturgias y costumbres o adaptarse a los cambios que traen los nuevos tiempos... Releyendo su biografía, uno puede descubrir rasgos del escritor en sus personajes: en la propia Clara y su capacidad de supervivencia, en Ezriel y su tendencia al vegetarianismo, en Jochanan y su adhesión a la religión de sus padres... Se puede decir que todos los personajes tienen algo de su creador.
 Por otro lado, todo es expuesto sin acaloramiento y, sobre todo, sin sectarismos. Singer no toma partido por ninguna tendencia, simplemente las muestra, dejando al lector que madure su propio criterio. Esto es especialmente tangible cuando, por ejemplo, describe hechos a través de los protagonistas que retratan, cada uno desde su perspectiva, los acontecimientos, será el lector el que llegue a la conclusión de qué ha ocurrido, al leer referencias complementarias o contrarias. Es, en sí mismo, la defensa a ultranza de la relatividad de todo, de la ausencia de hechos absolutos, de la inexistencia de verdades o mentiras totales, de la carencia de "instrucciones para vivir". No hay líneas maestras, no hay líderes infalibles, sólo se puede cargar con nuestra propia inseguridad y abrirse camino en la oscuridad. Ya lo decía Machado: "Caminante, no hay camino, se hace camino al andar..."