Quinta novela que leo del autor siciliano. Muchos puntos en común con las anteriores: ambientación en la sempiterna Sicilia, la mafia y la respuesta a la misma como tema principal, el investigador venido del norte como protagonista, toma de partido social y político por el escritor... Sí, son muy parecidas. La calidad es aceptablemente alta en todas, no son las típicas novelas detectivescas que tanto están de moda (aunque, al menos en Italia, Sciascia llegó a ser un superventas en su época). Pero hay una minuciosidad en la descripción psicológica de los protagonistas, tanto individuales como sociales, que permite disfrutarla incluso cuando no se es aficionado a la narrativa policíaca. Por otro lado está la crítica social de los que, en parte por miedo, en parte por pereza, en parte por connivencia miran hacia otro lado permitiendo que la violencia campe por sus respetos. Es Sicilia, claro, pero podría ser cualquier otro lugar, y es que, probablemente, la tendencia natural del ser humano ante problemas serios que comprometen la propia vida es más la huida que la lucha (esto lo admite poca gente, al menos poca gente de la que habla mucho, quizás más los que escribimos más que hablamos). Lo cierto es que esa supuesta cobardía, cuando la violencia es omnímoda, se convierte en prudencia y sensatez, virtudes imprescindibles si se quiere llegar a viejo. Luego está el posicionamiento político de Leonardo Sciascia, que es quizá demasiado evidente en esta novela: en las peligrosas relaciones entre mafia y política, Sciascia siempre barre hacia "su" partido, al menos el partido político del que estaba más cercano, el Partido Comunista de Italia. Cierto es que el contrario, la Democracia Cristiana tuvo, precisamente, un montón de vergonzantes casos de corrupción de altos cargos con actividades mafiosas, pero también es verdad que, a lo largo de los decenios, no hubo partido político italiano que no tuviera su escándalo mafioso correspondiente. Aquello de ver la paja en ojo ajeno y no ver la viga en el propio...
Argumento de El día de la lechuza: en un pueblo del interior de Sicilia han asesinado de un par de tiros de escopeta a un contratista de la construcción. Ha sido a plena luz del día, en mitad de la plaza del pueblo y cuando salía el autobús hacia Palermo. Pero nadie ha visto nada. Para investigar el caso llega un capitán de carabineros procedente de Parma (aquí lo típico del autor de un detective traído del norte de Italia), que se topará con la famosa ley del silencio siciliana, la omertà. Para más inri, otro vecino ha desaparecido en el momento del asesinato, se teme por su vida, ya que justo salía de su casa en ese momento y, probablemente, fue testigo involuntario del crimen (aquí, como en otras novelas de Sciascia, la muerte del que no tiene culpa ninguna, tan sólo por estar en el sitio equivocado a la hora inoportuna). La frialdad investigadora del capitán de carabineros llevará a la detención de los supuestos asesinos y al descubrimiento de los cadáveres. Gracias a todo tipo de triquiñuelas entre las que están las declaraciones falsas cruzadas, las amenazas veladas en comisaría o promesas de trato de favor si colaboran consiguieron las declaraciones inculpatorias. Lo más difícil es dar el paso siguiente, pues esos dos eran los asesinos materiales, pero ¿quién quiso matar al contratista? El investigador llega hasta el capo mafioso local, el onorevole don Mariano, el cual ya está a un nivel muy superior. Éste es un tipo que tiene intereses en la construcción, tanto de obra civil como de edificación, donde el asesinado también tenía intereses. Pero la dificultad mayúscula estriba en los protectores del honorable don Mariano, quien tiene vínculos en la política nacional al más alto nivel. Es entonces, ya en el juicio, cuando los acusados niegan todo, incluidas las declaraciones en comisaría, que aducen fueron hechas bajo tortura y acaban siendo declarados en libertad por falta de pruebas.
Una novela breve interesante y bien escrita. Sin grandes aspiraciones, salvo la de denunciar esa ley del silencio que enfanga a la sociedad al impedir que se investiguen asesinatos y otros desmanes graves, además de las graves complicidades del poder político con el poder social que es la mafia.